miércoles, 18 de marzo de 2015

En las últimas rampas al Bisaurín.
Los pasados 7 y 8 de marzo el club Peña Guara de Huesca organizó la Alta Ruta Bisaurín-Aspe 2015.
Estuvieron presentes varios elementos del clan de los globeros, entre ellos José Orte, autor del título del post y del relato posterior. Evitaré extenderme más en la crónica, y daré paso a la calidad literaria de sus textos. Simplemente añadiré, al final del post, el mapa de la ruta.

Sansanet-Bisaurin-Lizara. Lizara-Collado del Bozo-Aspe-Candanchú. (7-8 de Marzo 2015). 
Somos exagerados. Somos fanfarrones. Somos sectarios y categóricos. Nos encanta alardear. Somos extremos pero a la vez somos buena gente. Tenemos afán exibicionista y expansivo. Nos hacemos cansinos. Hacemos fotos, crónicas y vídeos de nuestras hazañas, las colgamos en facebook, en nuestro blog, las mandamos por correo o se las ponemos a nuestros amigos y familiares en los cumpleaños. Nos hacemos más pesados que esos matrimonios con el álbum de boda... Muchas veces ese afán publicitario y hedonista es antagónico a la introspección y la verdadera esencia de la montaña. Somos seres contradictorios. 

Supongo que queremos compartir todas esas cosas de las que disfrutamos sufriendo. De las que sufrimos disfrutando. No entendemos cómo el resto de la humanidad es capaz de soportar la existencia perdiéndose ciertas cosas... Ya lo dije, somos sectarios y categóricos. 

Somos gregarios y disfrutamos de la comunidad, del apoyo y seguridad del grupo. De las experiencias que van un poco más allá de lo que estamos acostumbrados, de superar nuestros límites y nuestros condicionantes. Somos autoexigentes y masocas. 

Por todo ello siempre me planteo... ¿cómo contar algo que por ya narrado mil veces anteriormente parece siempre igual? ¿Para que hacer el esfuerzo de algo que no se puede transportar a otra persona? Es algo estéril. Más bien se debe vivir, experimentar, disfrutar, y ser ganado mediante el esfuerzo... Y más complejo aún... debe ser experimentado por el iniciado... No vale con comprar un ticket y subirse a la atracción de feria... Para estar ahí, hay que pasar muchos cortes, tener una predisposición a sufrir, a disfrutar de las dificultades, el cansancio, el frío, los golpes, el peligro, gozar de cierta forma física... para estar ahí se debe haber estado antes en otros muchos sitios. 

Porque sí, porque no es lo mismo dibujar en un mapa un itinerario y colgar bonitas fotos de cumbres nevadas y atardeceres en la montaña, que saber lo que destila cada fotograma. Llevar en los pies los roces y heridas que nos recuerdan cada paso lo que cuesta ganar cada metro de subida. Y esa tensión acumulada en cuádriceps y cuello tras una bajada de nieve costra que esperabas fuera otra cosa... como la vida misma... lo que es, es.
Porque los datos: metros, kilómetros, horas, no dicen nada. Son sólo un contexto del que se escapan todas las cosas verdaderamente importantes y por las que acabas subiendo y repitiendo a pesar de todas las pestes que puedes a llegar vomitar en un día que se da malo. O que se tuerce. O que no es lo que habías comprado en tu cabeza.

Porque podría estar describiendo horas cada paso complicado, cada collado, cada cima, el inmenso calor de las subidas, el palizón de cramponear pala tras pala para luego encontrar nieve dura o muy dura por donde hay que bajar sí o sí, y el regalo final de tener que bajar la pala del Aspe con piolet y crampones y los esquis a la espalda... En fin, un interminable camino de regreso hacia Candanchú al atardecer con el grupo ya muy cansado y con ganas de terminar...
Porque tras dos días así, llegas a casa y cuando consigues poner orden en todos los macutos, sacas los botines a airear, los esquis y las pieles a secar, y te quedas desnudo ante el espejo antes de darte una merecida y más que necesaria ducha, descubres que tu cuerpo ha estado en algún lugar donde el tiempo va a otra velocidad... porque tus uñas han crecido en horas lo que normalmente les cuesta semanas, y tus rasgos se acentúan porque estás tostado por el sol, deshidratado y tonificado como nunca...

Porque tras esa tensión y ese miedo tan necesario para la conservación de la especie en esa dichosa pala, sientes muchas cosas todas juntas, recordándote que estás vivo... Que el mundo ha girado sólo para tí durante unas horas, donde nada ha podido tocarte.
Por eso en lugar de hacer una crónica al uso, me voy a quedar callado, y voy a recrearme pensado en todos esos detalles y sensaciones que sólo pueden ser míos... Todos esos detalles y sensaciones por los cuales sé, que volveré.



5 comentarios:

Mariano Antonio Javierre Lacasta dijo...

Solamente comentaros que la entrada se entiende perfectamente ya que en este caso habla de algo tan común y próximo para algunos de los mortales entre los que nos contamos que no requiere otros detalles.
¡Felicidades Orte lo has conseguido!
Bucuesa.

Unknown dijo...

Magnífica forma de relatar y plasmar algo tan complejo, como las sensaciones y las vivencias en la montaña. Felicidades por conseguir algo tan difícil. Manu

Anónimo dijo...

Chapeau Jose, lo has clavao, el piolet, los crampones y el texto ;)

Moises dijo...

Tiene razón lo que dice JR, interesante conclusión del inyección de plástico

manuel dijo...
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